Mientras los políticos discuten sobre la crisis financiera, los medios de comunicación llenan páginas sobre las mareantes cifras de dinero destinadas al rescate de la banca y los constructores y promotores se enfrentan al batacazo de la burbuja inmobiliaria, desde hace tiempo, muchos menorquines hacen verdaderos equilibrios para llegar a fin de mes, dramas personales que apenas trascienden, pero q ue, si duda, marcarán el inicio de un cambio profundo en la sociedad.
Oficina de desempleo
En la oficina del paro de Maó, el goteo de personas ha sido incesante este verano y el otoño, acompañado siempre por el fin de temporada, ha incrementado el flujo de solicitantes de prestación en cifras no vistas desde hacía años. Los sindicatos menorquines, lanzan la voz de alarma y advierten de que el alcance real de la crisis que vive la economía española y menorquina en particular se verá nítidamente con los datos del paro de finales de diciembre. De momento, en la jornada de ayer, un buen número de personas hacían cola ante las oficinas del SOIB (Servei d’Ocupació Illes Balears). Algunas relataron al Menorca su inquietante situación.
Marta, de 46 años, lleva ocho meses en el paro después de que el propietario de la tienda de ropa en la que trabajaba cerrara por falta de negocio. Está casada, tiene dos hijos y una
hipoteca. Asegura que, a pesar de que su marido trabaja y de que sus dos hijos de 24 y 18 años respectivamente, aportan algunos ingresos extras a la economía familiar, se ve obligada muy a su pesar, a aplazar algunos pagos a los que hace frente como puede. “Las dificultades económicas me estresan, no puedo disfrutar de tranquilidad. Me ha quedado un paro de 600 euros y sólo de
hipoteca tengo que pagar 1.200 euros, luego suma impuestos, agua, luz, gasolina y encima hay que comer”, se lamenta.
Ofertas de trabajo
Marta relata que durante el tiempo que lleva inscrita en las listas del SOIB como demandante de empleo, le han ofrecido dos puestos de trabajo a media jornada con un sueldo de 470 euros al mes. “He hecho cálculos y sólo en gasolina me gastaría 150. No me compensa. Prefiero disfrutar de mi familia. Desde los 22 años he trabajado toda mi vida y ahora me he vuelto un ama de casa. Como puedo intento desinhibirme de todas las preocupaciones económicas y me ha dado por hacer deporte”, apunta con una sonrisa de consuelo.
Pilar una trabajadora del sector hostelero, de 33 años, también lleva un año en el paro. Está divorciada y, al igual que muchos de los compañeros de fila ayer en el SOIB, debe pagar una
hipoteca y a su cargo tiene una hija. Asegura que no se encuentra bien anímicamente. “No hay ofertas de trabajo, sólo hay que mirar el periódico para comprobarlo. Además, con los gastos que tengo, debo escoger bien aquellos empleos que me ofrecen. Sólo quiero que, al menos, cubran parte de mis necesidades. Si trabajo, debo
pagar además de la hipoteca, el comedor para mi hija y una canguro”, explica.
José Sierra también aguardaba ayer su turno en la cola del SOIB, se acaba de quedar en el paro a sus 58 años. Relata que es la primera vez que se enfrenta a esta situación. Es de Barcelona y lleva 12 años en la Isla. Confiesa que tiene serias dudas sobre su futuro. “Afortunadamente no
tengo hipoteca y vivo solo, pero lo que me quedará de paro no será suficiente para pagar el alquiler y las necesidades diarias. Ahora cobraré una cantidad de dinero que luego irá mermando según pasen los meses. No lo entiendo, con todo lo que he cotizado todo este tiempo, para nada”, comenta inquieto.
Confianza
Joan, de 44 años, ha finalizado su contrato de trabajo de cuatro meses en una subcontrata de Demarcación de Costas encargada del control y vigilancia del litoral. Casi todos sus compañeros han ido al paro. La temporada de verano ha terminado y este trabajo no es tan necesario. Joan está casado y también arrastra una hipoteca. No obstante, confía en reincorporarse a este mismo trabajo dentro de cuatro meses. Lleva seis años inmerso en esta curiosa dinámica laboral. “En esta situación es inevitable que mi economía se resienta, pero al estar casado los gastos y los ingresos se reparten. Mi mujer trabaja y el problema se hace más llevadero”, asevera.
Ildefonso, de 21 años, ha trabajado todo el año en la hostelería. Era camarero y su contrato finalizó. Es la primera vez que pide una prestación por desempleo y resalta que lleva tiempo buscando trabajo. “La verdad es que ya no quiero trabajar en la hostelería. El bar no te permite vivir. Me gustaría hacer cualquier otra cosa, a no ser que me ofrezcan un trabajo en un local con un buen horario. Pero eso sería pedir mucho”, explica.
Hostelería
Pedro, de 46 años, trabajó durante 26 años en el Hotel Pueblo de Sant Lluís, dejó aquel trabajo porque “la hostelería es muy sacrificada”, en los últimos tres ha trabajado en una empresa de conservación de carreteras. Está casado, tiene un hijo e insiste feliz en que no tiene ninguna hipoteca que pagar. “Me encuentro bien. Confío en que la empresa me vuelva a llamar y si no lo hace, habrá que seguir buscando algún empleo”, señala esperanzado.
Margarita, de 51 años, vecina de Alaior es fija discontinua en una empresa de calzados de esta localidad. Cuenta que su estancia en el paro será breve. “Para mi esto es normal. De abril a mayo suelo estar varias semanas en paro y ahora también creo que estaré otra semana más. No me puedo quejar”, comenta. “Además, este tiempo de descanso viene bien a las amas de casa como yo porque aprovechamos para hacer limpiezas y para hacer cosas que tenemos pendientes”, comenta.
Miedos entre
inmigrantesEntre los que ayer esperaban su turno en el SOIB, se encontraban también algunos inmigrantes. Pero ninguno quiso exponer su situación al Menorca o se escudaba en que sólo pretendían solicitar información.
El secretario general del sindicato UGT en Menorca, José Reyes, explicó además que las largas colas que antaño se formaban en las oficinas del SOIB afortunadamente han desaparecido porque la tramitación de documentos se ha agilizado en los últimos tiempos con la entrega de números y días de cita.
Los empleados del SOIB apilaban ayer expedientes sobre sus mesas, dramas personales, a los que, de momento, nadie acude en su rescate.
Aumenta la
morosidad de las empresas
Las pequeñas y medianas empresas reclamaron ayer al Gobierno que elabore un reglamento para la aplicación de la Ley de morosidad, puesto que la crisis ha demostrado su “inoperancia” ante la “creciente” tasa de impagos entre las pymes, según advirtió ayer el presidente de la patronal catalana, Josep González.
Fuente:
menorca.info